1º PREMIO
SERGIO
PLAZA
3º ESO-A
Todos
tenemos un poco Quijote
En un
lugar de España, más concretamente en la Comunidad de Madrid, vivía Tomás un
joven chico de la edad de 14 años. Vivía junto con sus padres y su hermano en
Alcorcón, pero todos los días, excepto los fines de semana y los festivos, iba
al colegio a Leganés.
Tomás,
era un joven que sacaba muy buenas notas. Su asignatura favorita era
matemáticas, pero en el resto de
asignaturas, prestaba interés y se esforzaba por entender el contenido.
Entre
sus aficiones estaban el baloncesto y el golf, y es que, le gustaba mucho hacer
deporte; pero, la mayor de sus pasiones era la lectura. Tomás adoraba leer
todas las noches antes de dormir, durante media hora, libros y novelas que en
su mayoría eran de aventura y fantasía. Desde pequeño, le encantaba el
contenido de estos cuentos: caballeros, gigantes, dragones, princesas,
castillos… siempre soñaba con ser el caballero que fuera derrotando a malvadas
criaturas para salvar a una princesa y hacer un mundo mejor.
Aunque
los años pasaron, a Tomás le seguían encantando este tipo de libros y se los leía
con una velocidad pasmosa, pese a no disponer de mucho tiempo.
Un
jueves, en el colegio, en el intercambio de clase, de matemáticas a música,
tres compañeros, Jorge, Julio y Paco se estaban metiendo con otro compañero,
Juan. Le quitaban el estuche, le cogían los libros y el cuaderno, le daban
collejas… en ese momento, Tomás vio el sufrimiento de Juan y decidió parar los
pies a los tres abusones. Les preguntó que por qué hacían eso y ellos le
respondieron que Juan se lo merecía, que era un “pardillo”. Entonces Tomás
defendió a Juan y se lo dijo a su tutor, el cual, decidió castigar a los tres “matones"
haciéndoles copiar una oración 300 veces cada uno de ellos.
Al
finalizar la clase, ya fuera del colegio, los matones acorralaron a Tomás y le
dieron una paliza por haberles delatado ante el profesor.
Cuando
el pobre Tomás volvió a casa y le vio su madre,
casi se desmayó al ver el aspecto que tenía su hijo. Al instante le
llevo al baño y le curó las numerosas heridas que tenía sobre su cuerpo.
Cuando
terminaron, Tomás fue a su habitación a hacer los deberes, como siempre, pero,
una vez allí se puso a reflexionar sobre lo sucedido, sobre si había hecho lo
adecuado al defender a Juan. Entonces, llegó a la conclusión de que había
actuado de la forma correcta, ya que, aun sabiendo que su actuación tendría
consecuencias, tenía que luchar por un mundo mejor, luchar contra los abusones
y defender a los más débiles, como ocurría en los cientos de historias que
había leído de caballeros. Además, desde ese día, se prometió ayudar a los más
necesitados, porque si todos lo hiciéramos, no habría desgracia ni pobreza en
el mundo, y si al día siguiente volvían a meterse con Juan, le volvería a
defender, hasta que acabaran con su vida, como un noble caballero que lucha
contra el mal por un mundo mejor.
Entonces,
el pequeño Tomás, continuó defendiendo a Juan, sobreponiéndose a los matones y
a las numerosas palizas que recibía día tras día. Hasta que un día, los matones
dejaron de meterse con Juan y ya no hicieron la vida imposible a nadie más de
clase.
En ese
momento, Tomás se sintió enormemente satisfecho de lo que había conseguido,
había llevado la paz a su clase, como los caballeros de sus cuentos al rescatar
a la princesa y llevar la paz al reino.
Como
todo esfuerzo trae su recompensa, el de Tomás no fue para menos. Fue
galardonado con los dos títulos más importantes de su colegio: “Alumno del Año”
y “Constructor de la Paz”, y eso no fue todo, tuvo el honor de conocer al
alcalde de Leganés que le dio la enhorabuena en persona. Sus padres estaban muy
orgullosos de su hijo, había llevado la paz donde la injusticia y la maldad
estaban destrozando la vida de una persona, su compañero Juan.
Los
padres de Juan, agradecidos por lo que Tomás había hecho por su hijo, también
quisieron rendirle un homenaje y acudieron a un canal de televisión para contar
el caso y darle las gracias públicamente, y así animar a otras personas a que
luchen contra las injusticias que se viven, ayudando a aquellos que lo
necesitan, como en el caso de su hijo que se erradicaron los abusos que se
estaban cometiendo contra él en el entorno escolar y que su hijo a ellos no se
lo había contado, pudiendo evitarse así situaciones muy graves, como la pérdida
de las ganas de vivir de un niño.
Yo
creo, que, en el fondo, todos tenemos un
Quijote dentro ante las injusticias que nos rodean cada día, pero, nos falta un
punto de “locura” o “valentía” para anteponer los intereses de los demás a los
nuestros propios cuando nos encontramos con este tipo de situaciones y para actuar
sin pensar en las consecuencias que nuestras acciones nos puedan acarrear.
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