SEMI-FINALISTA
CARLOS
CASTAÑO
4º E.S.O./ B
CONDENA
DE INCONSCIENCIA
Unas
millas al sur de Londres, se levantaba un pequeño pueblo de campesinos. Era un
pueblo pequeño y desestructurado, con calles estrechas e irregulares. Una alta
torre se alzaba en medio de la plaza del pueblo. Era en esta plaza donde la
gente solía concentrarse y era allí donde se celebraban los principales eventos
del pueblo. En una casa de las más
viejas, vivían Frederic y Cameron, dos hermanos con trece años de vida que llegaron al mundo a la
vez. Frederic era algo más alto y fuerte, de tez muy pálida, tenía el pelo
rubio y largo hasta los hombros; era inquieto y le costaba mucho obedecer las
normas. Cameron era ligeramente más moreno de piel, su pelo era castaño y lo
tenía mucho más corto que su hermano, era patoso pero a diferencia de su
hermano destacaba por su inteligencia.
Vivian
con sus padres. Darren, un hombre alto, moreno y fuerte pero a la vez muy
compasivo, tenía my buena relación con sus hijos. Era un campesino muy humilde
a pesar de que su situación había mejorado progresivamente en los últimos años
debido a la drástica disminución de población campesina que venía produciendo
desde hacía cien años por la fuerte epidemia de la peste negra. Gaea era su
esposa y madre de los niños, una mujer fina, de rasgos muy marcados, con un
pelo rubio y largo. Para sus hijos simbolizaba una autentica bruja; fuera de su
casa era la madre más amable del pueblo, pero cuando nadie los veía les gritaba
y pegaba utilizando cualquiera de sus actos como una excusa para castigarlos.
Como
todos los domingos a mediodía en casa de Darren y Gaea, Frederic y Cameron
pidieron a sus padres salir a jugar al campo hasta que la comida estuviese
servida, y estos tras asegurarse de que habían concluido sus tareas les dejaron
marchar.
Ese
día, a pesar de que lo tenían prohibido,
los chicos decidieron ir a un viejo castillo en ruinas no muy lejos del pueblo,
que fue destruido un par de décadas atrás durante la Guerra de los Cien Años.
Ahora casi no se podía distinguir si era realmente un castillo.
Darren
estaba muy nervioso, hacia horas que sus hijos se habían marchado de la casa y
no había vuelto a tener noticias sobre ellos. Había salido en su búsqueda junto
con muchos hombres y mujeres del pueblo. Él estaba buscando por un pequeño
barranco producido por un rio que discurría desde más allá del bosque y se
prolongaba hasta perderse por el este. Se temía lo peor, de pronto apareció un
chico corriendo y gritando, en cuanto consiguió oír que habían visto a Cameron
salió corriendo junto a él. Al llegar al viejo castillo vio una gran multitud
al pie de una de las almenas, algunas mujeres lloraban desconsoladas y las
caras de los hombres no dejaban lugar a duda. De pronto le faltaba el aire,
empezó a abrirse paso entre las personas empujándolos y apartándolos como podía.
Al llegar al punto que todos estaban mirando, vio a su mujer llorando junto al
cuerpo de Cameron, inerte, tendido sobre el suelo con un gran golpe en la
cabeza.
No
entendía nada. Esa mañana todo parecía normal. Pero ahora, ya de noche, su hijo
Cameron había muerto al caer de una almena según decía la gente del pueblo
porque Frederic, cegado por la envidia que le tenía a su hermano, le había
empujado desde lo alto de la torre y luego había huido a el bosque que se extendía
hacia el oeste atormentado por la culpa. Era cierto que discutían y se peleaban
en ocasiones, pero aun así tenían una buena relación. Quizá hubiese sucedido
algo en el pueblo que el desconociese. Y si Frederic también estaba muerto pero
no habían encontrado su cuerpo. Tampoco podía fiarse de los vecinos del pueblo,
que podían saber ellos acerca de sus hijos si no hacían más que hablar de
cualquiera del pueblo a sus espaldas. No sabía si se sentía enfadado con las
personas del pueblo o si estaba enfadado consigo mismo. No estaba seguro de si
realmente estaba enfadado o confuso. No podía aguantarlo más. Se levantó de la
silla y dejo a su mujer, que ya parecía haber asumido que sus hijos estaban
muertos, sola en la cocina de su vieja casa y se encamino al castillo.
La
luna iluminaba el viejo castillo y hacia surgir sombras alargadas y siniestras.
Ahora no parecía el mismo lugar de antes. Tan solo quedaban pequeñas manchas de
sangre en algunas rocas cercanas al lugar de la caída del cuerpo. Subió a la
almena y se asomó, sin duda una caída desde esa altura podía resultar fatal.
Los recuerdos de sus hijos empezaron a brotar en su cabeza. Estaba comenzando a
marearse, tanto que estuvo a punto de caerse por el mismo lugar por el que su
hijo horas antes pudo haber caído. Volvió a la realidad, tenía que aclarar todo
lo que había sucedido. Empezó a buscar el cuerpo de su hijo desaparecido, pero
no encontró nada. Pensó volver al pueblo pero con ello seguiría teniendo la
incertidumbre de que había pasado realmente.
La
luna había alcanzado ya su punto más alto e iluminaba con tanta fuerza que
Darren era capaz de ver el camino que seguía. Había abandonado el castillo tras
una exhausta búsqueda y se dirigía al bosque en el cual según decían los
vecinos se encontraba Frederic escondido.
Apenas
quedaban un par de horas para que el sol saliese y Darren no había visto a nadie
desde que salió del pueblo esa noche. Se estaba dando cuenta de que con lo
amplio que era el bosque era muy improbable que encontrase a su hijo si es que
de verdad estaba allí. Levanto la cabeza al oír trinar a un pájaro y al hacerlo
vio en una rama una figura oscura. Solo distinguía una cara, con unos ojos
enormes y cansados que lo observaban con detenimiento. En su cara la expresión
del miedo se fundía con la de la alegría y la desconfianza, estaba llena de
barro y heridas. Sin duda era su hijo Frederic. Darren no sabía qué hacer, de
pronto vislumbro a su hijo Cameron muerto, estaba cansado y enfurecido y al ver
así a su hijo, con ese aspecto de salvaje, se convenció de que era él quien
había matado a Cameron empujándolo desde lo alto de la almena. Encolerizado
intentó coger a su hijo subiendo al árbol, pero este mucho más ágil descendió y
echó a correr hacia el interior del bosque. Darren fue tras él, pero estaba muy
oscuro. Cuando se dio cuenta había caído al suelo por una mala pisada y ya no
era capaz de ver el cuerpo de su hijo corriendo. Se levantó a duras penas.
Asumió que era imposible alcanzar a Frederic en ese momento.
Los
rayos del sol asomaban por el horizonte en unas horas un nuevo día habría
comenzado. Darren estaba regresando del bosque. No podía quitarse de la cabeza
el pensamiento de que quizá se hubiese equivocado. Era posible que no fuese
Frederic el que mato a Cameron. No estaba seguro de que era lo que realmente
había sucedido en la muerte de Cameron y lo único que quería en esos momentos
era tumbarse en la cama y dormir hasta que todo hubiese vuelto a la normalidad.
Los
días siguientes fueron extraños en el pueblo, el entierro de Cameron y el hecho
de no tener noticias de Frederic crearon un ambiente de inseguridad y miedo en
el pueblo. Darren decidió no contarle a nadie lo ocurrido la noche en que salió
solo al bosque. Había empezado a creer que no habían empujado a Cameron y que
su hijo habría huido lejos del bosque tras saber que ni tan siquiera su padre
lo creía inocente. Apenas salía de casa y se había vuelto sombrío y solitario.
Ya no era el mismo de antes.
Había
pasado ya una semana y media desde que se realizó el entierro de Cameron en el
pueblo. Todo parecía haber vuelto a la normalidad y la gente estaba más
tranquila. Entro Gaea abriendo la puerta de la casa bruscamente para
encontrarse con Charlotte y Darren hablando y con un tono de asco informo a los
otros de que habían visto a Frederic en el bosque. Gaea culpaba totalmente a
Frederic de la muerte de su otro hijo. Volvió a la plaza para reunirse con sus
vecinos, estaba a punto de salir un grupo en busca de Frederic, pero Darren no
estaba allí.
Estaba
solo en la planta baja de su casa. Gaea esperaba junto a otras mujeres a que
regresasen con el niño. Se abrió la puerta y Darren alzo la cabeza. Se encontró
con el rostro de su hijo desaparecido. Su aspecto era aún peor y más siniestro
que la última vez que lo vio en el bosque. Darren sentía compasión y miedo a la
vez. El niño se acercó más y empezó a hablar.
-Padre…
-¿Fuiste
tú quien mato a Cameron?- Le corto secamente sin estar muy seguro de cómo
actuar.
-Pero
padre…
-¿Fuiste
tú?- Le repitió gritando aún más que antes.
-Fue
mientras estábamos en el castillo, no sé qué…
Antes
de terminar de hablar un palo se partió en la cabeza del niño haciéndole caer
al suelo. Era Gaea, que había visto a su hijo entrar en su casa desde la calle.
Tras
ser juzgado por los vecinos del pueblo y el párroco, Frederic había sido
condenado a muerte. A la mañana siguiente se lo llevarían a Londres y allí lo
ajusticiarían. Darren, que no pudo terminar de hablar con su hijo estaba
desesperado. Nunca podría conocer que ocurrió realmente. Por mucho que lo
intento no pudo hablar con él antes de que se lo llevasen.
Sus dos hijos habían muerto, uno hacia dos
semanas y otro ese mismo día debían haberlo ejecutado antes del atardecer.
Empezó a pensar que no tenía que estar en aquel pueblo rodeado de gente
despreciable y con una mujer tan seca y fría. Debía de haber algún lugar al que
realmente perteneciera. Esta era la única idea que tenía clara en su cabeza
desde hacía dos semanas. Se levantó de su cama, cogió ropa y una bolsa con algo
de comida. Salió de su casa y emprendió su camino, intentando olvidar todo lo
que había vivido para empezar una nueva vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario