martes, 23 de agosto de 2016

I CERTAMEN DE RELATOS DE TERROR-2000 ROMÁNTICOS: JOHN HUNTER (FINALISTA)



FINALISTA

                                                                LAURA RUIZ DIAZ

4º E.S.O. / A


JOHN HUNTER


                          Era un 22 de Octubre de 1695 en una apacible tarde de otoño en el distrito de Marylebone (Londres) cuando saltó la noticia de que un vecino había sido cruelmente asesinado en la entrada de su casa. El caos y la preocupación se apoderaron tras tal acontecimiento del tranquilo barrio londinense. Concretamente, esta zona era una de las más ricas de toda Londres y por ello todos se escandalizaron al pensar que se trataba de un crimen por dinero. En cuanto a la víctima, se trataba del señor Baines, Stuart Baines, un hombre muy adinerado de la zona, cuya riqueza estaba basada en la herencia de sus padres. El señor Baines era un hombre muy querido y respetado en el barrio, con mujer y dos hijos y una gran casa en el centro de Marylebone. Solo tenían una pista, el asesino amputaba dos dedos de cada mano a su víctima como marca personal. Lo malo es que no se tenía constancia de otros asesinatos de esa índole, no solo en Londres, sino en toda Inglaterra.
                          Tras unos días volvió a saltar la alarma en el barrio, el señor Cleverley era asesinado a la salida de una conocida taberna de la zona. Era el segundo asesinato en el barrio, y pronto, por la cercanía del lugar del primer asesinato (calle abajo), se le atribuyó al mismo que asesinó al señor Baines. La idea de que el asesinato fuese por dinero era algo abstruso para la policía londinense, apenas le habían robado nada al señor Cleverley, ni siquiera su reluciente reloj de oro, y eso preocupó a la policía porque les hacía tener que descartar lo que parecía más evidente.
                          La calle Yeovil Road fue puesta patas arriba con la policía registrando casas e interrogando a todo aquel que perteneciese a la zona. Todo se estaba intrincando poco a poco porque nadie en el barrio parecía capaz de cometer tales atrocidades y por tanto se quedaban sin tiempo para evitar un nuevo crimen. Una de las ricas familias que habitaban en la zona y que fue duramente interrogada sin éxito, era la familia Butland, una familia de médicos que tenían un hijo adoptado, de nombre John, que cuando aún era un bebé perdió a sus padres en un accidente y fue dado en adopción hasta llegar a casa de los Butland. John pertenecía en origen a los Hunter, una familia de clase obrera que residía en Watford, una población muy próxima a Londres. La familia no fue más veces investigada porque no había pruebas de que estuviesen relacionados con los asesinatos y menos aún un joven de veintiséis años de edad.
                       Las próximas semanas no calmarían el miedo que se respiraba en el barrio, muchas familias ante el estupor de los crímenes, decidieron abandonar sus casas con tal de estar lejos y  no cruzarse por la calle al temido asesino. A la semana, otro hombre, otro padre de familia rico era asesinado en las escaleras de su edificio cuando se disponía a regresar a su casa tras un largo paseo. La víctima era el señor Robinson, Jack Robinson, a diferencia de los otros, era un hombre de avanzada edad que apenas pudo oponer resistencia.
                      De forma sorprendente, los asesinatos cesaron un mes aproximadamente, pero eso no calmó a un barrio que sabía que el asesino seguía por sus calles, sin ser reconocido y capturado. La policía pensó que lo mismo se había marchado, pero no podía saber de quién se trataba porque por esos días, cada día se iba una familia diferente huyendo del miedo que había instaurado el cruel asesino en el rico barrio londinense. Poco duró la tranquilidad en la zona, si es que alguna vez la hubo, el profesor de la escuela del barrio, el señor Pearson, era asesinado a la salida de esta, pero esta vez el asesino había sido más cruel y le amputó todos los dedos de la mano, algo que a la policía le sorprendió y le hizo ver que el asesino no se había marchado como pensaban.
                      En la época, muchos asesinos pasaban desapercibidos y nunca se los llegaba a encontrar debido a los pocos medios con los que contaba la policía. Eso sí, que el asesino se encontraba en el barrio estaba claro, y no muy lejos de la escuela St.Paul y de la taberna McElroy, y si se ponían a pensar bien, podían hacer un círculo en el mapa de donde se habían producido los asesinatos y salían tres edificios como principales sitios a seguir investigando, porque a pesar de no sacar nada en limpio, todos los indicios apuntaban a que el asesino se encontraba ahí. La policía se vio obligada a ocupar las viviendas abandonadas y así estar más cerca del posible asesino.
                     Un día se produjo otro asesinato, esta vez la víctima fue el banquero del barrio, el señor Wright, el cual, llegaba tarde a misa y fue sorprendido por el asesino que estaba acechándole detrás de unas columnas. Por primera vez, hubo testigos, aquella mañana no sólo se retrasó el señor Wright, sino que los señores Howson también lo hicieron y pudieron presenciar tal crimen. El asesino huyó, no antes de ser perseguido por los policías que había ya por esos días vigilando cada rincón de la calle. Tras una larga persecución, este se metió en el edificio 16 y no fue más visto en todo el día.  La policía registró cada vivienda del inmueble y no consiguieron dar con él. Por primera vez, se sabía cómo era más o menos, un joven de estatura normal, que llevaba una túnica negra sucia y algo rota y que al parecer se refugiaba en el edificio 16 de Yeovil Road, en el cual, sospechosamente residía la familia Butland, pero no era la única, ya que aún quedaban otras cuatro familias en el lugar.
                         Tras días de registros e interrogatorios en torno al edificio, se decidió trasladar a las cinco familias a un albergue y dejar el inmueble totalmente vacío. Pasó una semana cuando por fin el asesino intentó salir por una ventana trasera del edificio, pero los policías le estaban esperando y al verlos se volvió corriendo para dentro cuando todos se disponían a entrar y ver dónde se estaba refugiando para que en ningún registro se hubiera dado con su paradero. Este huyendo, sin querer llevó a la policía a donde se encontraba y pronto vieron que era en un sótano de dicho lugar. Nunca se dio con este porque a pesar de ser registrado todo el edificio, había una escotilla secreta que a vista humana era imposible de identificar, al parecer un trozo de pared mugrienta a la que la policía no le prestó demasiada atención.
                      Por fin se le detuvo, pero algo no cuadraba, apenas sabía hablar y era algo patoso, entonces cómo había sido tan inteligente para asesinar y pasar desapercibido con tanta facilidad, se preguntaba la policía.   Tras unos días encerrado sin decir una palabra, susurró John, y por fin todo tuvo sentido, la persona que le había ayudado a pasar desapercibido, que le había dado cobijo y que había planeado cada asesinato para que lo hicieran por él, era el hijo adoptado de los Butland. Al parecer este sufría, sin que nadie tuviese constancia, duras palizas por parte de su padre, lo que provocó en el joven una conducta violenta conforme pasaban los años, pero era demasiado listo como para arriesgarse a hacerlo él y arruinar su vida para siempre, entonces, cogió a un niño de los muchos que por aquellos años eran abandonados por sus familias en las calles londinenses y le estuvo cuidando en secreto hasta que cumplió los quince años y con toda su confianza ganada se aseguró de que estuviese preparado para cumplir su cometido. John le encargó los asesinatos de todos esos hombres, no al azar, sino que los eligió meticulosamente, ya que eran padres que también trataban mal a sus hijos. Quiso mentalizar a su joven discípulo, de nombre Tom, de que todo hombre que maltratase a sus hijos, no era digno de seguir viviendo. Poco a poco iba preparando a Tom, hasta que llegase el día en el que le tocase asesinar a su propio padre y ahí, poner punto y final a su venganza.
                       John, al ser descubierto, reconoció, para evitar la pena de muerte, todos estos hechos e incluso añadió que tras matar a su padre adoptivo, él mismo se encargaría de borrar toda huella posible asesinando también a su discípulo Tom, ya que según él, ya habría realizado su tarea en la vida y ya no le serviría para nada.
                          El señor Wright era el último asesinato a modo de prueba que le encargaría John antes de decidirse ir a por su padre, totalmente seguro de que nadie relacionaría los asesinatos con él y menos aún si una de las víctimas era su padre. Los padres de John, sobre todo su madre, se llevaron una gran sorpresa y el mayor disgusto de toda su vida, su niño se había convertido en un asesino a sangre fría e incluso quería matar a su padre. John fue duramente castigado por la justicia inglesa, fue enviado a la cárcel más dura y peligrosa de las Islas Británicas, ubicada lo más al norte posible de esta, a las afueras de Aberdeen (Escocia) y Tom fue llevado a un centro de menores y acudía a diario a visitar al psicólogo más relevante de la ciudad, cuando cumpliera la mayoría de edad, ingresaría, como John, en la cárcel para cumplir cadena perpetua, pero dentro de la ciudad de Londres.
                        Su padre también fue acusado de maltrato y abuso a menores y fue mandado a la prisión de Blackburn, al sur de Londres, una prisión especializada en maltratadores de menores y por último, el barrio, poco  a poco, volvió a la normalidad, no sin antes, no olvidar a sus fallecidos vecinos y por parte de todos, dedicarles un mural de piedra con los nombres de todos aquellos que por la locura de un hombre y los actos de un joven, fueron asesinados cruelmente contra toda lógica humana.


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