lunes, 22 de agosto de 2016

I CERTAMEN DE RELATOS DE TERROR-2000 ROMÁNTICOS: EL PARAISO PERDIDO DE LABERNO (SELECCIONADO)



                                                                                     


AMANDA GUERRA ZAMBRANO
                                                                     4º E.S.O. / A

El  PARAISO PERDIDO  DE  LABERNO
Como cada día Pelayo salió en su pequeña embarcación a pescar.
Era un hombre fornido, alto, con el pelo negro y ojos verdes, sus manos se mostraban desgastadas a causa del trabajo que realizaba diariamente. Montaba en su barca como cada día con la esperanza de volver con algo que echarse a la boca o en el mejor de los casos llenar la bolsa con alguna reliquia o pequeño tesoro de aquel misterioso mar.
Aquella jornada no fue distinta, se levantó, preparó un mendrugo de pan y su frasca de vino que le darían las fuerzas suficientes para el resto del día, miro al cielo y como si algo presintiera suspiró y salió al mar bajo los ojos de la luna.
Al cabo de unas horas notaba que el viento era cada vez mas intenso, que las olas se volvían mas bruscas y que poco a poco empezaba a llover, sus sentidos se empezaron a agudizar en su afán de controlar su embarcación.
Poco a poco, el pánico se iba apoderando de él a medida que aquella tormenta infernal aumentaba su ira. Pelayo comenzó a rezar y pedía mirando al cielo que salvara su vida, entonces en un golpe de mar Pelayo se cayó y se dio un fuerte golpe en la cabeza que le dejó inconsciente.
Un rayo de sol deslumbró fuertemente a Pelayo e hizo que despertara de aquel sueño profundo que le había causado la tormenta de la noche anterior, al despertar Pelayo creía que estaba en el paraíso, y que todo lo que le rodeaba no era real, ya que él y su embarcación hecha añicos, habían acabado en una isla aparentemente desierta, llena de palmeras y rocas por todos lados donde rompían los olas del mar.
Se levantó a duras penas, todavía aturdido por el gran golpe, e inmediatamente se puso a inspeccionar esa misteriosa isla que le rodeaba.
Cuando el sol ya se escondía, Pelayo seguía buscando algo que llevarse a la boca y algún refugio donde poder esconderse y pasar la noche en aquel territorio. A punto de desfallecer por culpa del cansancio y de no llevarse nada al estómago en todo el día, Pelayo vio de lejos lo que parecía una hoguera y voces de gente cantando y riendo, por lo que le entró curiosidad y decidió acercarse a ver que era eso.
Cuando llegó al lugar de los ruidos y de la hoguera, entre unos matorrales escondido vio lo que parecía una fiesta de burgueses donde había mucha comida y se bailaba al compás de la música en un baile de máscaras.
Pelayo se quedó atónito al ver toda esa comida y a toda esa gente moviéndose de un lado para otro, riendo y sin parar de bailar, así que decidió esperar a que se quedasen todos dormidos para poder comer algo de aquella comida y poder buscar un refugio en aquella zona.



Cuando por fin se durmieron todos, Pelayo fue en completo silencio y con cuidado de no tropezar con nada que le pudiera hacer caer y despertar a algún borracho, y cuando llegó a la zona de la comida y bebida, Pelayo cenó como nunca, cuando terminó decidió llevarse algo de aquellos restos de esa comida deliciosa ya que no sabia ni cuando, ni donde, podría volver a conseguir algo para echarse a la boca, cuando se disponía a marcharse oyó una voz que le preguntaba por qué huía escondiéndose de los demás, inmediatamente, Pelayo se acercó asustado hacia aquel desconocido de cara redonda con nariz picuda, ojos marrones pequeños y una gran sonrisa, el desconocido vio a Pelayo con miedo en el rostro y el le dijo que no tenia por que temer nada, entonces con voz temblorosa Pelayo le contó lo sucedido y desde aquel instante el miedo de sus ojos desapareció.
Aquel hombre desconocido le explicó durante horas lo maravilloso de aquel lugar, cada detalle y hasta le habló de algunas personas que seguían o durmiendo o muy borrachas en aquella explanada llena de matorrales y palmeras, alrededor de una gran hoguera en la que permanecían los restos quemados de la carne y las viandas sobrantes.
Cuando terminaron la conversación aquel hombre y Pelayo se hicieron muy amigos, por lo que aquel hombre le invitó a formar parte de aquella comunidad extraña, a lo que Pelayo aceptó gustosamente. A la mañana siguiente, aquel hombre presentó a Pelayo a la burguesía que en aquella isla misteriosa habitaba. Le cubrieron con ropajes burgueses, y poco a poco se fue mezclando entre la gente. Después de pasados unos días de licores, viandas, fiestas y mujeres, Pelayo comenzó a preguntarse de dónde saldrían todos aquellos manjares y ropajes dignos de la clase alta, en todos esos días no llegó ninguna embarcación que pudiera proveerles de ello, sentía curiosidad, pero era mayor la satisfacción de aquella vida repleta de lujos y placeres que nunca había tenido y ausente de cualquier tipo de privación.
Un día llegaron a la orilla restos de un naufragio: baúles, repletos de joyas, ropajes, viandas... Y Pelayo apreció la existencia de supervivientes, inmediatamente se acercó a ellos en su afán de ofrecerles ayuda, notó que algunos estaban más receptivos que otros, algunos conversaron con él un poco desorientados dada la situación, otros ni si quiera le dirigían la palabra.
Mientras Pelayo intentaba explicar lo sucedido a ese pequeño grupo que se comunicaba con él, observó como el resto de sus compañeros iniciaban una especie de danza extraña alrededor del grupo que se encontraba afanoso en reunir todas sus pertenencias que se hallaban a lo largo de toda la orilla de la playa.
El pequeño grupo junto a Pelayo se quedaron hipnotizados observando aquella extraña danza. Veían cómo bailaban alrededor de los supervivientes del naufragio, mientras estos ante la perplejidad de Pelayo comenzaron a agredirse unos a otros: mordiscos, se arrancaban la piel, lo pelos, hundían los dedos en las cuencas de los ojos de otros como si estuvieran poseídos por algún tipo de mal superior. Se estaban matando entre ellos, se golpeaban sin cesar; poco a poco algunos de ellos paraban y se sumaban a la danza hasta que la sangre cubrió la arena de la playa, hasta que quedo sólo uno de ellos, sin duda el más fuerte. Aquel hombre lleno de heridas y sangre, comenzó entonces a desgarrarse su propia piel, arrancarse su propia carne a mordiscos, hasta que cayó al suelo.
Pelayo estaba perplejo, no entendía qué había sucedido y por qué sus compañeros seguían bailando, de repente aquel hombre que yacía en el suelo solitario se levanto y se unió a la danza que continuó solo unos segundos más. No lograba entender que había sucedido allí, asi que se quedó pensativo intentando encontrar una explicación.


A la mañana siguiente, se le acercó una mujer. Ya la había visto días anteriores, era una mujer de rostro sereno, con una melena castaña y una expresión conformista en la mirada, se sentó a su lado y con una voz tenue le preguntó al oído, ¿confirmaste tus dudas?, a lo que Pelayo respondió con una mirada interrogante.
Aquella mujer le dijo:
- Esta es tu vida. Es lo que pediste aquella noche, cuando tu embarcación naufragaba, mirabas al cielo, suplicando vivir, y te fue concedido. Ahora vives en este mundo, el mundo de los muertos, donde van a parar las almas desesperadas por aferrarse al mundo de los vivos, tan desesperadas que no les importa a quien se la venden. No pediste volver con su familia o poder abrazar a tus seres queridos nuevamente, sólo pediste vivir y así fue, aunque no fuera en el mundo de los vivos, lo que acabas de ver, ese ritual, no es más que la ofrenda de nuevas almas a nuestro dios, Laberno.
Pelayo sorprendido exclamó:
- ¡ No puede ser!, si eso es como usted cuenta ¿por qué sólo un grupo?, ¿que pasa con las personas que junto a mi fueron testigos de esa diabólica danza ?
A lo que ella contestó:
- Esas almas desesperadas habitaban cuerpos débiles.
Pelayo comprendió entonces que aquella noche realmente había muerto. El había sido un alma desesperada en un cuerpo frágil el cual ya había abandonado cuando llegó a la isla.
Entonces Pelayo miró fijamente a aquella mujer y le dijo con voz serena:
- He aprendido que hay que tener cuidado con lo que se desea demasiado tarde, ahora tendré que aprender a danzar.




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